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el ritmo que nos mueve

Tu conciencia

*A la pequeña Rubí, por ser tan grande.

Escuché un sonido y cerré el cuaderno. Me propuse investigar en el comedor. Busqué por debajo de la mesa, me cercioré de que la radio y la televisión estuvieran apagadas, y les hablé a mis hermanos para saber si estaba alguno de ellos. A esa hora asisten a la escuela.

Conforme caminaba, el sonido se hacía más claro en el lado de la cocina. No dudé en ir a explorar. Como la cocina es chica, en seguida me di cuenta que el sonido provenía del patio. Logré distinguir unas voces. Abrí la puerta, me detuve, miré cada objeto que mi vista podía alcanzar. No parecía que hubiera algo fuera de lo normal, sin embargo, la voz seguía ahí con una fluidez prolongada.

Salí hacia el patio y di una vuelta alrededor de la casa. Busqué entre los árboles y miré la calle, en la cual, sólo yo me encontraba. La voz se escuchaba con mayor claridad en el patio trasero, así que me devolví y busqué dentro del cuarto (al final del patio) donde guardamos las cosas que ya no utilizamos.

Al abrir la puerta el sonido fue entendible. Pude escuchar lo que aquella voz masculina decía, sin embargo, se podía entender poco de lo que hablaba por la rapidez en que lo hacía. Me percaté que las cosas que llenaban el cuarto del fondo habían desaparecido. El único objeto que miré fue algo que nunca había mirado, y de donde provenía el sonido de la voz. Quise tocarlo pero no me atreví. En una situación así, ningún hombre podría palparlo. Al verlo de cerca no me quedó ninguna duda. Sólo yo pude haberlo reconocido: era mi conciencia.

1 comentario

Rubí -

Gracias por el detalle de dedicarme un cuento. Es sólo mi opinión, pero demasiado lugar común. Sé que puedes hacer algo mejor (como el de la Lola, me gustó mucho).
Nos vemos luego.